3 nov 2014

“Blue Jasmine” (2013), de Woody Allen




Cuando lo último en caer son los anillos
(Mi comentario a “Blue Jasmine” (2013), de Woody Allen)

Luego de las dos bochornosas películas “europeas” rodadas en París y Roma, en que la firma de Allen se deforma en sonrojante borratajo o chafarrinón, el renombrado cineasta retorna a paisaje y paisanaje más conocidos (aunque no familiares, puesto que la acción tiene lugar en San Francisco) para firmar –esta vez sí con trazo digno de él– una historia seria, sobria, nítida y vigorosa, que refuerza su prestigio como escritor cinematográfico y a la vez da muestra de su sabia humanidad.

“Blue Jasmine” es un fascinante estudio de carácter (y, a contraluz, una acerada instantánea costumbrista). Es un retrato psicológico deliberado, ininterrumpido e implacable, que disecciona hasta el tuétano al personaje de Blanchett, en toda su insondable flaqueza y miseria, nos lo muestra en las cimas de su éxito y en los abismos de su ruina, y no esconde ni la culpa (o el defecto, o el error) originales de ella, ni tampoco el inmenso precio (en términos de alienación, incluso de auto-destrucción) que se ve obligada a pagar. Tanto el guión de Allen, escrito con precisión de cirujano, como la interpretación entregada e inspirada de Blanchett elevan al personaje de Jeanette/Jasmine a una perfecta encarnación artística del autoengaño, la locura, el hundimiento y el desamparo.

No es la menor de las virtudes de guión e interpretación que Jasmine, en sí misma un personaje antipático, inconsciente, egoísta, desconsiderado, nos interese y conmueva tanto. Una sabiduría artística sutil nos inspira una inexplicable empatía por el dechado de imperfecciones que se concitan en la despectiva y despreciable Jasmine.

La naturaleza profunda, la fuerza íntima, el impulso genuino de Jasmine es la mentira. Jasmine es originaria y genuinamente inauténtica. Es un ser puramente apariencial, una manipuladora de la realidad, una fantasista patológica. En su vida, estos rasgos se declinan, claro está, en una existencia, un cónyuge, un matrimonio, una residencia “de ensueño” (pues es exactamente eso lo que ella vive). Naturalmente, el vínculo inextricable entre personalidad y realización refuerza ambos polos de la inautenticidad de Jasmine (que muy pronto empieza a no ver, o a no querer ver, la realidad tal como es…). Y el drama se desencadena cuando la vida “de ensueño” se quiebra.

Es aquí donde realmente comienza la película (la situación previa se nos transmite por medio de medidos y oportunos “flash-backs”), y es éste el inicio de la carrera de Jasmine cuesta abajo, y sin frenos, de sus mentiras, empujada por su incapacidad innata para ver la verdad (su verdad), hasta el precipicio inevitable de la enajenación y la zozobra últimas (ya para siempre sin hogar, con cualquier resto de belleza o glamour ajado bajo lágrimas secas, monologando sin ilación en los parques como la orate que es…).

Jasmine es un ser de mentira y de mentiras. Es así, le gusta y se gusta. Pero su prolongada complacencia en la mendacidad encontrará cruel retribución en la ordalía a que su naturaleza inauténtica la arrastra en San Francisco (ese diplomático millonario al que, mentira tras mentira, se aferra y del que, mentira tras mentira, naufraga como de una última tabla de salvación…). Jasmine miente y se miente sobre sí misma; miente y se miente sobre su posición (incluso cuando goza de esa posición, junto al dudoso triunfador que es su marido…); miente sobre los otros (su hermana y excuñado, lastimosas víctimas del mundo “de ensueño” de Jasmine: “vivo así, amo a un perdedor, porque tú te casaste con el peor perdedor de todos, porque tú arruinaste mi única oportunidad de tener una vida mejor”, terminará desahogándose, casi sin querer, la sencilla, honesta, realista y pese a todo ello, o debido a todo ello– engañada y timada hermana); miente sobre los valores de los ricos (dar propinas, participar en obras de caridad, “ser generoso cuando se es rico” –en sus palabras a los sobrinos–: simplemente, vanidad de vanidosos…) y miente hasta sobre sus propios valores (la denuncia del marido como un simple acto de despecho, como una reacción hacia una última mentira que será excesiva incluso para ella…). Jasmine mentirá sin cesar, sobre todo y a todos (especialmente a la persona más dañada por esas mentiras: a sí misma), hasta el momento final en que fea, intratable, casi vieja, desahuciada, incluso la simple vida real huye de ella, repelida de tanta y tanta insinceridad en una sola persona, dejando abandonada en el banco del parque a una simple loca, a un caso psiquiátrico (que Allen trata con compasión y comprensión, y naturalmente sin uno solo de sus habituales chistes al respecto).

De esta loca alucinada (que, por derecho propio, es un antológico personaje cinematográfico) un precedente claro es la Blanche DuBois de “Un tranvía llamado Deseo”, el gran clásico norteamericano, carácter interpretado en la escena unos años atrás, según he leído, por la misma Blanchett. En la película hay también (y no terminarían aquí las semejanzas con la obra de Williams…) caracteres obreros, físicos, incluso brutales, que tienen empero su poderosa, a veces irónica, verdad (“Para algunas personas no es tan fácil dejar las cosas atrás”, reprochará a Jasmine su excuñado, no comprendiendo que el gran problema de ella es que no puede  dejarse atrás a sí misma…). Y son caracteres que, siendo ancilares u orbitales (al servicio o en torno de Jasmine), están descritos e interpretados con excelentes claridad y vigor (ya se trate del novio de la hermana, o del amigo de éste, o del ligue de ella, o del millonario “redentor” de Jasmine –la única excepción la constituirían, a mi juicio, los dudosos personaje y episodio del dentista–), por medio, naturalmente, de los diálogos que los dibujan.

Excelente en el retrato, excelente en el diálogo, “Blue Jasmine” entronca con los grandes dramas, con las serias reflexiones, con las perfiladas creaciones femeninas del Allen de décadas atrás (“Delitos y faltas”, “Hannah y sus hermanas”, “Otra mujer”…). Y sólo cabe esperar que el anciano cineasta persista en esta línea en sus próximas (y necesariamente últimas) obras, lejos de toda nueva veleidad “turística” por la remota, la incomprensible, la nociva Europa...   (1 de noviembre de 2014)

2 comentarios:

  1. Como de costumbre, excelente comentario. Yo he conocido otra Blue Jasmine y puedo atestiguar que el retrato psicológico y social es convincente.

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  2. Como de costumbre, excelente comentario. Yo he conocido otra Blue Jasmine y puedo atestiguar que el retrato psicológico y social es convincente.

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