La continencia de la causa no es un chicle
(Mi comentario a “El juez” (2014), de
David Dobkin)
¿No nos han
contado ya cientos de veces la historia del padre y el hijo distantes, incluso
enemistados, que terminan en paz y armonía? ¿La de una familia que incluye un
padre estricto hasta la crueldad, o un deficiente psíquico que sirve de
precaria argamasa emocional, o una joven promesa del deporte que vio su carrera
traumáticamente truncada, o un hijo rebelde (con o sin causa) y en vías de
descarriarse, o uno que de verdad se extravió (por los arrabales de la droga o
el delito) pero acabó regresando a la “recta vía” de los valores y deberes
familiares? ¿La historia de un duelo judicial en que hay tanto de revancha
personal como de sed de justicia? ¿La de un triunfador gilipollesco al que las
circunstancias hacen tomar conciencia de su errónea actitud y de sus vínculos y
compromisos con los demás seres humanos? ¿La historia de un desarraigado de sus
orígenes que se ve obligado a regresar a su pueblo, y allí recuerda y reanuda
el antañón noviazgo con su “sweetheart” del instituto? Todas esas historias, reales
“desde que el mundo es mundo”, ¿no se nos han contado ya una y otra vez, por
activa y por pasiva, en todos los tonos y con todos los matices, “desde que el
cine es cine”?
La película “El
juez” tiene la dudosa virtud de hacernos sentir viejos, enfrentándonos a un
continuo “déjà vu” temático y argumental que nos deja cansados y con el humor
desabrido, escépticos y estragados, afectados en nuestra sensibilidad por un
melancólico regusto “mallarméano” de haber “déjà vu tous les films”...
Muy otro sería nuestro ánimo, por supuesto, si
la película aportara algo propio, distinto, intenso, a cualquiera de esos numerosos
lugares comunes del cine dramático. Pero, por desgracia, no es éste el caso. En
consecuencia, lo que prometía ser un gran drama no sobrepasa el nivel de un
telefilme muy, muy pretencioso.
La desmesurada
ambición de la película queda palmariamente demostrada no sólo por la abundancia
de historias contadas, a la que ya me he referido, sino también por la decidida
revisitación simultánea de varios géneros clásicos, tal como el drama familiar,
el drama judicial e incluso el relato policial, así como por algunas tramas
secundarias que se agregan y se ramifican sin restricción alguna (me refiero a
la relación del abogado con su hija, incluyendo la visita de ésta al “lugar de
los hechos”, o a la alambicada intriga sobre la paternidad de la hija de la
exnovia). El resultado es una obra interminable (cerca de dos horas y media de
duración) que sucumbe aplastada por su propio peso, literalmente.
A mi entender, el
defecto (o, sencillamente, el déficit) esencial de la película se localiza en el
guión: pese a los voluntariosos intentos de solemnizar, dramatizar o
intensificar, es evidente que al puro texto (a los diálogos, a los caracteres)
les falta riqueza, profundidad y vigor. La mano de un competente autor teatral,
o un buen texto dramático como base del filme, habrían sin duda obrado muy
provechosamente sobre el guión, pero ni escritor ni obra de teatro son
rastreables en “El juez”, para su desgracia.
Consiguientemente,
el buen trabajo de los actores no culmina en caracteres ficticios sólidos y
memorables. Ante todo, el dinámico (y, para mí gusto, insufrible) Downey y el
consagrado (incluso “canonizado”) octogenario Duvall, pero también los eficaces
D’Onofrio, Farmiga y Thornton (sin duda, mi secundario favorito en este filme),
adolecen de una endeblez esencial, en su pura construcción y expresión, que
acarrea su falta de convicción y, más allá de gestos y gritos, de verdadera energía
dramática (carencias extensibles, obviamente, de los caracteres a la película
misma).
En suma, “El juez” es un
producto dramático serio y profesional, pero que peca de una excesiva ambición
temática, de una falta absoluta de originalidad o de imaginación en el
tratamiento de sus temas, y de una fragilidad fundamental (es decir, en el
guión mismo) de la que se resienten, en términos de credibilidad y de vigor, los
personajes y el filme en su conjunto.
(21 de junio de 2015)
Este filme dirigido por David Dobkin, é muito bom, eu gostei do começo ao fim. Eu acho que esse diretor detém um excelente trabalho e se preocupa com todos os detalhes que fez o filme com Robert Downey Jr. eu acho que é um pouco lento, mas se ele recebe a devida atenção desde o início parece um filme realmente grande .
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