3 feb 2013

“El hundimiento” (2003), de Oliver Hirschbiegel


Mis notas a "El hundimiento" (2003), de Oliver Hirschbiegel


Una adaptación al cine de un testimonio directo y fidedigno de las últimas semanas de la cúpula nazi en el bunker berlinés, cuando la capital del Reich estaba cayendo a pasos agigantados en manos rusas, es por fuerza algo tan intrínsecamente interesante (al menos para mí) que es necesario sacudirse la fascinación y “afilar las uñas” a la hora de juzgarla.

Sin embargo, me parece que la tensión esencial de la película es clara: se trata de trasladar fielmente la crónica insuflando al mismo tiempo algo de vida y de calor en la misma; este propósito es obvio desde el primer momento, con la elección del punto de vista de la discreta secretaria Trudl para contar con ojos “humanos” la historia de la agonía del Führer y su círculo (cuando naturalmente no es la secretaria la autora del libro en que se basa la peli).

El resultado de este intento no es muy satisfactorio; aunque simpatizamos con la lealtad de la secretaria, y la acompañamos en su escapatoria final hacia la vida y la libertad, el tono de crónica y el peso de la misma se impone abrumadoramente.

De modo que la película finalmente tiene mucho de documental animado, o de docudrama: como prueba, la larga lista de personajes históricos retratados, de los cuales se nos revela al final el destino (¡cuántos de ellos murieron no hace muchos años!).

Hasta el punto de que, honestamente, uno desea que todas esas caras y nombres hubieran aparecido al principio, para poderlos reconocer y seguir a lo largo de la película (creo recordar que esta táctica se sigue, con buenos resultados, en “El día más largo”, sobre el desembarco de Normandía); de ese modo, la historia hubiera ganado fuerza, al saber que TODOS esos caracteres fueron realmente históricos, con unos antecedentes y un destino posterior; a mi modo de ver, éste es un serio fallo de la película, en el que creo que incluso los expertos en el nazismo (o sea, gente que puede reconocer en el búnker más personajes de los que puede reconocer un profano como yo) estarían de acuerdo.

Hablando de personajes, me sorprende la elección del actor para Goebbels: qué cara tan peculiar…

Son sumamente adecuados en cambio Eva Braun, Himmler, Speer, Frau Goebbels o los generales.

De la interpretación escalofriante de Bruno Ganz como Hitler se ha dicho ya todo.

En cuanto a la historia, se trata de una crónica de desesperación y supervivencia; quien no se aferra a la sombra del líder por fidelidad perruna, lo hace por lealtad profesional, o por sentido del honor; los otros esperan al final hallar una salida, y muchos la hallan.

 Presionados por las obligaciones y temores (crecientes) del día a día, los personajes no hacen ninguna reflexión general, no extraen ninguna conclusión ni hacen ningún juicio: una cotidianidad tan sobrecargada como la suya les abruma por completo.

Hirschbiegel traslada bien la histeria y la perplejidad de los encerrados, sus planes finales, sus secretas esperanzas; asimismo, la ambigüedad de unos (Speer), las evasivas o evasiones de otros (Himmler), el delirio de unos pocos (Frau Goebbels).

La película es apropiadamente claustrofóbica, aunque se permite salidas al exterior, como el “patio” del búnker, la escena de los niños combatientes en la calle (la historia del niño no funciona en absoluto, por cierto) o, por supuesto, la salida final del búnker con la esperanza de sobrepasar las prietas líneas rusas.

La claustrofobia y, sobre todo, la prevalencia de la crónica, como he dicho antes, y precisamente de una crónica de “los últimos días de los últimos nazis”, tienen como efecto que la película resulte bastante gélida, desde el punto de vista emocional: hasta el punto de que el ápice del horror (en el comportamiento asesino, de auténtica y desmesurada Medea moderna, de la señora Goebbels) nos pilla, y hasta nos deja, un tanto fríos.

Muy interesante la aparición final de la auténtica secretaria Trudl: una ancianita habitante de Munich que nos dice que no sabía nada de lo de los judíos y que, pese a todo, conociendo ahora lo que hizo Sophie Scholl, admite que “la juventud no puede ser una excusa”; obviamente, la ancianita es una hitleriana convencida, pero por supuesto inconfesa: no se puede trabajar tres años –o sea, sin huir aterrorizada el primer día– al lado de un hombre del carisma de Hitler, y no sucumbir para siempre a su halo…).

El punto fuerte de la película es la reconstrucción histórica de aquel momento en aquel lugar, el seguimiento de lo que aquellos hombres espantosos (empezando por el Führer) hicieron en sus últimos días, la descripción de la atmósfera humana del búnker, el fiel traslado de una memoria documentada y detallada de la caída del último refugio nazi.

En este sentido, la película es un éxito, porque es fiel, porque es minuciosa y porque es, en lo que se ciñe a esa re-creación, impresionante.       (19 de enero de 2013)

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