3 mar 2013

“En el centro de la tormenta” (2009), de Bertrand Tavernier


Mis notas a “En el centro de la tormenta” (2009), de Bertrand Tavernier


Se trata de una película policíaca, ambientada en la sureña Luisiana, y basada en la novela “In the Electric Mist with Confederate Dead”, de James Lee Burke. El protagonista de esta (y, parece, de otras) novelas de Burke es el detective Dave Robicheaux, aquí encarnado por Tommy Lee Jones.

Tavernier amó tanto la novela que para “su” película norteamericana decidió adaptarla al cine. El rodaje y la post-producción fueron, parece, tortuosos; la relación director-protagonista, complicada; y el resultado final, no muy satisfactorio para los productores norteamericanos.

Y ciertamente la novela (se percibe en los pasajes “en off” en que el detective reflexiona, y también en las ocasionales interpelaciones al detective del general sudista –que se le aparece y desaparece en los pantanos, o en los momentos de soledad, como una alucinación, o como una proyección del alma, de la memoria o de la sabiduría del entorno–), ciertamente la novela debe de tener una atmósfera y una introspección muy peculiares, dentro del retrato y del relato realista de crímenes, maleantes, policías y pesquisas al uso.

El resultado cinematográfico es sólo medianamente satisfactorio.

Para empezar, la película, sin ser lenta, tiene un “tempo” muy particular, dejando espacio para la distracción, la divagación o incluso la alucinación del protagonista. Pero ese ritmo no me parece lo bastante “atmosférico”, o lo bastante “introvertido”, o lo bastante “artístico”, como para ser convincente. Aunque suene un poco mezquino, da la impresión de que responde nada más al modo parsimonioso de hacer de “un anciano director europeo”…

 Más expresividad, más efectos, más manierismos, serían de esperar de una película basada en una novela al parecer tan inclinada a un cierto “realismo mágico” (un realismo mágico sureño, de los pantanos, neo-racista, nostálgico del Honor y la Gloria de la Confederación).

Añádase a ello que Tavernier, supongo que por fidelidad a la novela, no se recata de introducir en la película personajes y tramas (por ejemplo, el cantante negro, o el antiguo carcelero) que contribuyen a hacer la historia por momentos tortuosa o críptica. Los giros o las revelaciones son a veces exagerados: por ejemplo, ¿en qué enriquece la trama el que sepamos al final que el Robicheaux niño presenció el asesinato del hombre negro en el río?, ¿o el ridículo remate (a lo “El resplandor”) mostrándonos la foto, por tanto real, de Robicheaux con los soldados del Sur?

Sin duda en la novela todas las líneas aparecerán mejor entrelazadas, fusionadas y explicadas; en la película hay sencillamente demasiados cabos, que dispersan la historia, la alargan y a veces la retuercen. Otro ejemplo: la figura del actor alcohólico; bien mirada, ¿qué aporta a la historia aparte del descubrimiento del segundo cadáver y la oportunidad de que a su bella amiga le acaezca una desgracia?

Quizá nos encontramos ante otro caso de novela inadaptable que Tavernier, llevado sólo por su entusiasmo (de lector) por el libro, se ha empeñado en rodar. Bien, la realización es impecable (se percibe fácilmente a un director veterano, con oficio y, por momentos, con un estilo propio), pero demasiado controlada (no diré “académica”). Y el guión es sencillamente demasiado ambicioso, o demasiado fiel a la novela.

Es muy plausible el traslado del ambiente en la Luisiana post-Katrina: los mafiosos locales (John Goodman) robando el dinero de la ayuda federal, el inveterado (ahora sutil) racismo flotando en el ambiente, el aire de pueblo grande (en que es mejor cuidar siempre de lo que se dice, e intentar no pasar nunca más allá de las insinuaciones y las medias palabras), la densidad del pasado (comparable a la del ambiente mefítico de los pantanos…), los esfuerzos de los voluntarios (Mary Steenburgen, la mujer del detective) por reparar o paliar los destrozos dejados por el huracán, la impresión abrumadora (pero indefinible) de encontrarnos en un rincón “dejado de la mano de Dios”…

Es propia sin duda también de la novela (un relato en primera persona, parece) –pero no favorece a la película– la omnipresencia de Tommy Lee Jones, el detective. Siendo el narrador, naturalmente ha de verlo todo, pero la propia contención o disciplina de la película acaba cargando todo el peso expresivo de la historia sobre los hombros del actor. Y aunque Jones y su rostro, tan bien tallado por el tiempo, cumplen sobradamente con su trabajo, que ellos solos sostengan el filme puede haber sido pedir o esperar demasiado.

 Otra prueba de sobrecarga, de complicación, de tortuosidad, en la trama: hay sencillamente demasiados “cara a cara” entre los dos grandes caracteres de la película (el poli y el mafioso, o sea, Jones y Goodman); una película o un guión más concentrados los hubiera reducido drásticamente, a dos o tres. Pero, una vez más, me temo que Tavernier está siguiendo fielmente la novela.

En suma, una obra, si no fallida, sí poco convincente. Tavernier escogió, mucho me temo, una novela inapropiada para ser trasladada a la pantalla, o inadecuada para su estilo de dirección, o a la que no supo “perder el respeto” en pos de una adaptación más concentrada y expresiva. Dicho desde otro ángulo: la forma de rodar de Tavernier no parece la más idónea (ni él hace lo más mínimo por que lo sea) para esta historia de “realismo mágico”, en que viejos generales muertos un siglo atrás asedian las incertidumbres y las debilidades de un detective escrupuloso que deambula entre cadáveres torturados, matones provincianos, actores a la deriva y tipos marginales.         (28 de febrero de 2013)

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