29 mar 2013

“La niña de tus ojos” (1998), de Fernando Trueba


Mis notas a “La niña de tus ojos” (1998), de Fernando Trueba


Super-producción española que resulta ser una dispendiosa españolada (¿”super-españolada”?) de nuestra época.

La realización de Trueba es habilidosa, pero está al servicio de un guión absurdo, entre cuyos firmantes se encuentra, para total perplejidad y decepción del espectador, el nombre venerable de Rafael Azcona (en 1998 sin duda ya en plena decadencia...).

Casi todo se basa en una explotación desmesurada de estereotipos (los españoles de los años cuarenta –o de siempre–, los alemanes, la andaluza, los franquistas, etc., etc.).

El filme toma muy pronto un tono de vodevil de inquietas puertas de dormitorio, pero sin gracia alguna. El guión carece de chispa, e intenta suplirla usando frases picantes o soeces; en un momento dado, nos encontramos en pleno guirigay de “metérmela”, “chupársela”, “pollas” y expresiones de parecida ingeniosidad… 

Falta toda finura y gracia en el humor, ya se trate de la borrachina Sardá o del barullo sexual de Jorge Sanz, Neus Asensi, María Barranco y el resto.

La documentación o recreación o aproximación histórica es inexistente. No se entiende a qué ton lo de ocuparse del rodaje de una peli española en la Alemania de los años ’40, cuando de Alemania, del nazismo o del real funcionamiento de la maquinaria cinematográfica bajo la dirección de Goebbels no se nos muestra ni se nos transmite absolutamente nada. (¿Quizá se trataba sólo de pagarle unas vacaciones a esos esforzados “chicos del cine”?).

El único asomo de la Alemania real de la época (o sea, en el lenguaje pueril de esta españolada, o super-españolada, de “lo malísimos que son esos señores”) lo encontramos en la historia del prisionero ruso del que Cruz queda prendada. Por supuesto, esta trama surge y evoluciona exclusivamente porque el detenido ruso es un guapo mozo…

Lo que mejor funciona dentro de la película son, quizá, los momentos “berlanguianos” (entendiendo por tal corales), aunque por desgracia el guión de esos diálogos polifónicos es muy endeble, girando casi por completo en torno a rifirrafes sexuales.

El personaje execrable de Goebbels hubiera merecido un poco más de respeto histórico. En la película no es más que un fantoche (y lo que se le obliga a hacer, decir y padecer durante ella es, sencillamente, tan humillante que el “pobre” doctor Goebbels casi nos inspira un poquito de compasión…).

Durante muchos minutos la peli no está en ninguna parte ni se dirige a ninguna parte. Después se intentan algunas tramas (Cruz y Goebbels, Cruz y el ruso, Cruz y Resines), y el inicial aire vodevilesco se esfuerza por cobrar tonos más serios. Pero el intento es fallido, y la impresión final es de una película deslavazada y a la deriva, incapaz de elegir (o de equilibrar) entre lo jocoso y lo serio, y finalmente decepcionante tanto en un un registro como en el otro.

La película vale poquísimo también como historia de “cine en el cine”: no vemos nada de la UFA, o de sus modos de producción o de instrumentalización ideológica: se trata sólo de tipos hablando en alemán sin ton ni son. Pero no basta sólo con eso, ni siquiera para transmitir (al menos) una atmósfera convincente.

Los momentos de oposición o de enfrentamiento de la “troupe” española a los nazis son penosos: Cruz dando sopa al prisionero, el grupo de artistas españoles amparando al prisionero escondido en el arcón, la agresión física a Goebbels, etc. ¡Desde luego, estamos a años-luz del chispeante y talentoso Lubitsch!

Da pena ver a Hannah Schygulla, que fue tanto el cine europeo de los años ‘80, hacer el ridículo de esta manera, interpretando a una inverosímil Frau Goebbels.

Penélope Cruz actúa bien, dentro de lo poco actuable de la peli (es una andaluza guapa y salerosa defendiendo su “virtud” frente a los embates de Goebbels, para correr de seguido a entregársela al pobrecito, y sobre todo apuesto, prisionero ruso…).

La relación amorosa entre el director Resines y la “prima donna” Cruz es un naufragio integral desde el principio. El delirante remate de esta relación es una despedida a lo “Casablanca” (o sea, en la pista del aeropuerto, junto al avión) que resulta ridícula a más no poder. En general, ninguno de los momentos dramáticos funciona (¡tampoco los momentos dramáticos!), y Resines, en un registro serio, emocional, está perdido por completo dentro de un guión plagado de clichés banales y de sosas picardías.

La película es un fracaso como comedia (escasa y zafia gracia), como drama (sin nervio ni ilación ni perspicacia), como filme histórico (podría haber transcurrido casi en cualquier sitio, por más que hayan trufado los diálogos de intervenciones en alemán subtitulado) y como esperpento berlanguiano (el flojo guión desdibuja a todos los miembros de la “troupe”, cuando el Azcona de antaño los habría hecho resaltar a todos, o casi…). “La niña de sus ojos” se trata de una simple españolada hecha con mucho dinero, de un despilfarro de medios al servicio de un guión que no vale casi nada.

Francamente, he estado echando vistazos al reloj durante muchos minutos de la proyección, porque me estaba aburriendo (¡con todas las letras!).

Una pregunta cuya sola formulación despierta la melancolía: ¿es ésta una película española “seria”, realizada con pretensiones artísticas o con una mínima voluntad de permanencia?          (20 de marzo de 2013)

1 comentario:

  1. Has dejado retratado al apátrida Trueba. Un fraude más del hermético, nepotista y giliprogre mundo audiovisual español.

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