Mis
notas a “Tali-Ihantala 1944”
(2007), de Ake Lindman y Sakari Kirjavainen
Para ser una
película con pretensiones informativas, patrióticas y épicas, “Tali-Ihantala 1944” resulta realmente confusa,
desdibujada y soporífera.
Al parecer, todo es
real y realista: los nombres de los comandantes, las escaramuzas y los lugares
precisos en que tuvieron lugar, los carros de combate y las armas cortas
utilizadas. La película se rodó con fines casi documentales.
Se trata del
enfrentamiento, en el verano de 1944, entre el invasor ruso-soviético y el
modesto pero bravo ejército finlandés. Toda la acción transcurre en junio y
julio de 1944, los meses decisivos para la conclusión, con honrosos resultados
para los fineses, de la llamada Guerra de Continuación, sostenida entre
Finlandia (con apoyo alemán) y la URSS.
Pues bien, los
avatares del enfrentamiento entre finlandeses y soviéticos del verano de 1944,
las alternativas, los momentos y lugares decisivos, que deberían haberse
descrito con claridad (más o menos sintética) en esta película, no se explican
ni se comprenden en absoluto. Hay algunos mapas pero, si vale la similitud, son
mapas que muestran el territorio “desde muy cerca”, sin una visión general. Lo
mismo pasa con los nombres, los cargos y las batallas: se cuentan demasiado “al
pie del cañón”. Dicho todo esto de otro modo: la película puede ser familiar e
inteligible para el público finlandés, pero sólo para él.
Similar observación
acerca de los caracteres. Hay un montón de caras y de nombres, que disfrutan de
unos minutos y unos tiros, y luego desaparecen por completo. Imposible lograr
ninguna empatía ni identificación con ellos, inimaginable comprender ni asumir
sus tormentos y grandezas de hombres en combate.
El filme es,
claramente, muy patriótico: hecho por fineses para un público finés, dando
cuenta de la gesta y la grandeza de aquellos hombres en aquel verano crucial
para la nación. Ignoro los efectos sobre la “moral nacional” finesa pero, visto
con los ojos de un extraño, la causa nacional finesa no se nos traslada, ni a
la mente ni al corazón, con la menor claridad ni intensidad.
Igual que sucede
con el patriotismo, sucede con la épica. No se la ve por ningún sitio. No hay
énfasis ninguno en los héroes ni en su heroísmo, no hay el menor recurso
narrativo o descriptivo que exalte la hazaña finlandesa de resistir al coloso
soviético, no hay ni siquiera una banda sonora que agite la “moral de lucha” o
la vena épica del espectador.
Un par de intentos
expresivos no funcionan en absoluto: pienso en el momento en que la cámara se
detiene unos segundos sobre el abrigo del soldado, extendido sobre el suelo a
modo de manta; o en ese otro en que, morosamente, la mirada se detiene sobre
los bosques de los que parecen brotar las humaredas de los bombardeos. Fallidos
ensayos de este tipo muestran claramente la absoluta inoperancia emocional de
la película.
La realización es
tan primitiva y rudimentaria que casi sobrecoge. La dirección del filme es tan
monótona como el paisaje geográfico retratado. Ni un solo efecto, ni un solo
recurso, ni un solo atisbo de originalidad, de vigor, de expresión. Siempre las
mismas caras, que al final resultan tan iguales como los uniformes, siempre los
mismos mensajes insípidos cruzados entre los personajes (la palabra “personaje”
puede resultar demasiado generosa para estas fotografías de rostros que apenas
hablan y que desaparecen inmediatamente de la escena), siempre los mismos
tiroteos, las mismas armas e indumentarias, los mismos fogonazos cayendo sobre
los mismos carros de combate, las mismas carreras y los mismos tiroteos entre
los árboles. Y ni el menor intento por parte de los dos directores de la
película de infundirle a todo ello un poco de variedad, de dinamismo, de
nervio.
Una realización tan
primitiva le hace a uno desear que, para su próximo filme bélico-patriótico, el
cine finés subcontrate los servicios de cualquier productora norteamericana de
medio pelo: indudablemente, los resultados serán mejores.
En la película, y
en la Historia, los enemigos son los rusos, obviamente. Pues bien, ¿dónde están
los rusos? No se les ve.
¿Cuántas veces
llaman en la película a los camilleros? Creo que unas doscientas. Le hace a uno
pensar que en el ejército finés había más personal sanitario que militar, o que
los fineses llamaban a los doctores en cuanto una ramita de árbol les rozaba la
piel. Es realmente ridícula la insistencia del guión en la llamada a los
camilleros. ¿Quizá se trata de mostrar al público los primeros ensayos de un
Estado de bienestar que, con las décadas, acabaría resultando tan exitoso?
En fin, una
película muy, muy decepcionante. Una superproducción finesa hecha con fidelidad
a la historia, con amplios recursos económicos, con docenas de actores y, sin
duda, con las mejores intenciones pedagógicas y patrióticas, pero a la que
falta todo vigor (y casi todo valor) artístico. (17
de febrero de 2013)
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