25 oct 2011

"Promesas del Este" (2001), de David Cronenberg


Estrellas de puntas muy afiladas en un cielo rojo sangre
(Mi comentario a "Promesas del Este" (2001), de David Cronenberg)

“Promesas del Este” no es una película sobre la mafia rusa. Hay mafiosos rusos en ella, y se nos muestran usos y rituales al parecer idiosincráticos (las mutilaciones significativas, la ceremonia de investidura), pero esta exhibición casi etnográfica es puramente enunciativa, no reflexiva. Compárese la descripción llena de sentido y de profundidad (la familia, el honor, las inercias malditas) de la mafia italo-americana en “El padrino” con el muestrario pintoresco de rarezas del film que comentamos y se verá lo que quiero decir.

Esto no pretende ser una descalificación de la película puesto que, en mi opinión, la cinta nunca aspiró a ir más allá del mero entretenimiento ni a desbordar los límites de una ficción digna y condensada. Y estos propósitos, a mi juicio, están sobradamente logrados.

El mérito es de un guión extremadamente sobrio y eficaz. El prólogo es debidamente impactante y el desenlace debidamente convencional, pero el desarrollo delata a un autor cinematográfico más que notable. Por encima de todo, el filme sabe ser interesante, y hay algo muy original y casi virtuoso en esa intriga sostenida, aparte de por las gestiones providentes de Naomi Watts respecto del bebé, por el latido –por el simple latido– de algo ominoso que se cierne sobre ella desde el principio. Un plus de mérito lo aportan detalles como los minutos de suspensión, y de clara angustia, hasta nuestro descubrimiento del destino de una víctima peculiarmente inocente.

El notable guión sostiene una historia de una breve hora y media, y lo hace cargando el énfasis en los personajes, que son escasos pero imponentes. La caracterización, la excelentes interpretaciones, los pulidos diálogos, los convierten en un repertorio memorable. Todos brillan (quizá la que menos la guapa Watts), pero en mi opinión Vincent Cassel y Armin Müller-Stahl deslumbran. (Un curioso secundario, dicho sea de paso, es el viejo director polaco Jerzy Skolimovski.)

La dirección de David Cronenberg tiene el mérito de servir dócilmente al estilo del guión, o sea, es seca, eficaz, bien contrastada, suavemente impactante. Sin renunciar a rasgos de su estilo más truculento (esas ocasionales exhibiciones de carnalidad –que recuerdan la repugnante “Existenz”–, como el parto, los degüellos o la lucha en carne viva), se adapta a la perfección a esta historia de interiores (y muy pocos: casa de la Watts, hospital, restaurante, muelle del puerto, poco más), rodada con una parsimonia que deja flotar, y posarse, esa nube de oprobio que sobrevuela el relato.

Poco convincentes, una concesión, son, por supuesto, el final (dirigido a “restablecer la legalidad” moral y estética hollywoodense) y, asimismo, el recurso a la lectura en “off” del diario de la infortunada joven rusa. El uno descarta la tragedia a mayor gloria de Viggo Mortensen; el otro aporta un extra sentimental superfluo para quien está ya implicado en la historia, en ese plano emotivo, gracias a las vicisitudes de la Watts y su inocente protegida.   (8-sep-11)

No hay comentarios:

Publicar un comentario