25 oct 2011

"Resacón en Las Vegas" (2009), de Todd Phillips


¿Y si "memoria" viniera de "memo"?
(Mi comentario a "Resacón en Las Vegas" (2009), de Todd Phillips)

Aplicar el nombre de “comedia” a este producto me parece degradante para un género que ha dado tanta gloria al cine estadounidense y tanto placer a nosotros, sus espectadores. Para “bajar el nivel” se habla de “comedia gamberra”, y nosotros podríamos invocar la astracanada, en su versión menos imaginativa y más ordinaria.

Se trata de un humor de brocha muy gorda, con continuas alusiones sexuales, generoso uso de tacos, y bromas incorrectas no sólo políticamente. Más de la mitad de la comicidad de la cinta descansa sobre los hombros de Zach Galifianakis, interpretando a un tarado pródigo en barrabasadas. La presencia de bromas o recursos o términos picantes es abrumadora. Y “naturalmente”, cuando aparecen en escena un viejo, o una putilla, o un chino, hay aún más motivos para el jolgorio.

Muy frecuentes son también las apariciones o los encuentros o las revelaciones sorprendentes. Un tigre en el dormitorio, la embestida de un automóvil, la inopinada boda de un personaje. El guión avanza, y funciona, acumulando sobresaltos (desconcertantes más que graciosos).

Naturalmente, para ello hay que ocultar lo sucedido durante la despedida de soltero, y lanzar a los caracteres a averiguarlo. Esto se logra con una rotunda elipsis de los hechos acaecidos, yuxtaponiendo el brindis de inicio de la francachela al penoso despertar del día siguiente. El vacío de esa noche, en el relato y en la cabeza de los protagonistas, es lo que su peripecia habrá de rellenar y explicar.

Como se ve, hablamos ya de otra cosa. Hablamos de construcción, de una escena inicial (reflejando el momento crítico de la trama) a partir de la cual se vuelve al principio absoluto, de una elipsis en el relato que deberá ser colmada, del éxito final en cubrirla incluso con imágenes (cuya exhibición acompaña –habilísima ocurrencia– a los créditos finales). En una palabra, hablamos de la arquitectura de la historia, no ya de su contenido.

Y esa arquitectura es muy plausible, tanto como la agilidad de la narración. No hay cabos sueltos, y la acumulación disparatada del resacoso despertar (el bebé y el tigre inesperados, el amigo y el diente desaparecidos, etc.) va explicándose y resolviéndose paulatinamente. Hay altibajos obvios (la segunda escena con Tyson, la súbita y facilona resolución final, las apariciones incomprensibles de Heather Graham), pero a cierta altura de la peli el paladar de uno ha dejado de ser exigente.

Los consabidos momentos de vídeo musical, las bochornosas intervenciones del antipático chino, las ridículas y sosas tonterías con el tigre, es mejor ignorarlos. De hecho, si uno ignora por completo ese elemento “insignificante” llamado “diálogo”, el guión resulta bastante aceptable, y desde luego denota un “savoir faire” y un conocimiento cinematográficos (hay alusiones a títulos como “Tres solteros y un biberón” o “La fiera de mi niña” –aunque a “Resacón…” le falta un Cary Grant, pese a los intentos de Bradley Cooper–) dignos de mejor empeño.     (16-sep-11)

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