25 oct 2011

"El mito de Bourne" (2004), de Paul Greengrass


La vuelta al mundo en taxi de carreras
(Mi comentario a "El mito de Bourne" (2004), de Paul Greengrass)

La trilogía de Bourne tiene un encanto peculiar, que consiste en fusionar elementos clásicos de dos géneros, el policiaco y el de espionaje, de un modo deliberadamente realista y concentrado. Véamoslo por partes.

¿Qué es lo esencial (y a veces lo único memorable) en una típica peli policial de los años 60-70? Desde luego, no el proceso deductivo o la descripción de una atmósfera social o moral sino, trivialmente, la acción. La acción por antonomasia es la persecución, y la persecución por antonomasia, en esas despiadadas ciudades norteamericanas, es la persecución de automóviles.

Las pelis de Bourne (y esta segunda destacadamente) se entregan sin rebozo ni mesura a ese recurso setentero (aquilatado en joyas como “Bullitt” o “French Connection”). Cualquier coche de la calle, incluso el taxi más desvencijado, le sirve al héroe Bourne, en cualquier lugar del mundo, para lanzarnos al alarde técnico y de adrenalina de diez minutos de carrera a muerte por calles debidamente saturadas de gentes y vehículos. Y hay tres carreras en “El mito…” (por Goa, por Berlín –aunque aquí se trata sobre todo de una carrera a pie– y –una chulería de la industria hollywoodense, supongo– por Moscú).

Por supuesto, no hay que tomarse todo este ajetreo muy en serio. No se trata más que de fuegos de artificio para entretener al poco exigente (en este caso) devorador de palomitas. Un entretenimiento que es todo lo que la película pretende (y logra con creces: de ahí mi calificación, más o menos la máxima que puede atribuirse a una cinta sin otra pretensión que la de hacernos matar el rato). Pero aun sin dar mayor importancia a la “manía persecutoria” de la cinta, hay dos cosas que decir en elogio de la misma.

La primera es que en mi opinión las persecuciones son técnicamente soberbias, de una verosimilitud, un ritmo, una tensión y un acompañamiento musical fuera de serie.

La segunda, más importante a mi juicio, es que optan por un planteamiento realista, callejero, que las hace, sencillamente, inolvidables. Nada de rodaje en estudio, nada de efectos especiales (o efectos demasiado ostensibles), nada de maquetas, etc. No, lo que estas carreras nos ofrecen son desplazamientos reales (o que percibimos como tales) por ciudades reales y entre gente real. De las tres persecuciones de “El mito…”, la de Berlín es sencillamente fabulosa (se trata de la carrera a pie de Bourne): tenemos la impresión de estar ahí, en la estación de Berlin Alexanderplatz, entrando y saliendo del tranvía, corriendo entre la gente, sintiendo alrededor el aliento de la megalópolis. La impresión de Moscú no es tan física, pero la trama de las calles moscovitas se puede palpar (ese momento de carrera paralela a ambos lados del río Moscova…).

(Al encanto de la serie de Bourne, desde el punto de vista del género de espionaje, así como a la concentración que señalaba como una de sus características esenciales, me referiré en mi comentario a las otras películas de la trilogía.)       (28-ago-11)

2 comentarios:

  1. La serie Bourne es una obra maestra del género. Sin pretensiones, pero con un punto más que en otras películas de acción. Un héroe protagonista creíble, acciones verosímiles... La cumbre del cine de acción. Las últimas películas de la franquicia Bond muestran claramente su influencia.

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  2. La serie Bourne es una obra maestra del género. Sin pretensiones, pero con un punto más que en otras películas de acción. Un héroe protagonista creíble, acciones verosímiles... La cumbre del cine de acción. Las últimas películas de la franquicia Bond muestran claramente su influencia.

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