25 oct 2011

"Up in the air" (2010), de Jason Reitman


No lastimes el corazoncito del esbirro
(Mi comentario a "Up in the air" (2010), de Jason Reitman)

Se trata de un tipo que ha hecho del desarraigo, del desplazamiento continuo, del distanciamiento, de “sobrevolar” (up in the air) la vida real, una forma y una filosofía de vida. Este hombre se dedica, casualmente (puesto que su oficio podría ser cualquier otro), a comunicar a infortunados trabajadores su despido. En la medida en que la película examina la opción vital por el desapego del viajante protagonista, puede calificarse de relato “moral” en sentido débil (edificante, individual). En la medida en que su feo oficio no aparece ligado a ese estilo de vida, o en que su evolución ética no tiene ningún impacto en su actividad profesional, o en que el desolado panorama humano que deja tras de sí no tiene la menor incidencia en su desarrollo interno, la película no puede calificarse de “moral” en sentido fuerte (ético-político, comprometido, social).

Tratándose de líneas separadas, forzoso es tratarlas separadamente. El drama del paro, tan acuciante estos años, es presentado, muy plausiblemente, de los dos lados de la mesa. Vemos los rostros de los damnificados pero, sobre todo, se nos muestran las repugnantes estrategias empresariales para solventar del mejor modo posible el “inconveniente” de que el material sobrante, el desecho, los residuos, sean seres humanos. Una retórica abyecta de eufemismos y evasivas, retales y eslóganes del subgénero de la autoayuda, un paternalismo impostado y odioso; en el fondo, una frialdad y un desprecio inhumanos, puro ánimo de lucro, el mismo raciocinio que un triturador de basura.

El acrítico ejecutor de esta sevicia es un personaje cinematográfico fabuloso, que al final cobra una altura casi mítica. Es el Hombre del Aeropuerto, el Viajero por antonomasia, el hombre sin otro hogar que las salas de embarque y los “duty-free”. Ligero de equipaje, apóstol de la mochila vacía, hostil a todo vínculo, auto-marginado a un limbo de hospitalidad lujosa y fingida. Con igual nitidez se nos muestra su reverso: la puerilidad de sus logros y sus sueños (tarjetas exclusivas, millas de vuelo), la banal irrealidad de sus fugaces lazos (hasta que descubre que él mismo no es real, que no pasa ni puede pasar para los otros de un paréntesis o una evasión), la perfecta vacuidad de toda su retórica de prontuario.

No hay conexión, en el formidable personaje de Clooney, entre su drama humano (sus sueños, su sueño, su despertar) y el drama humano del que él es agente consciente. Los estupendos diálogos Clooney-Hendrick(-Farmiga) versan siempre acerca de temas personales (compromiso, logros, renuncias), nunca del tema social (candente, dado el oficio de Clooney). Y el desarrollo, el crecimiento, de Clooney se debe sólo a esos diálogos (y acaso la boda de su hermana), no a ninguna “toma de conciencia” o recapacitación en vista de tanto parado sin otro asidero (por lo tanto, necesario) que sus seres queridos.

¿En una palabra? Pese al paro y a los rostros del paro, “Up in the air” recuerda más a “Juno” que a Ken Loach.     (25-sep-11)

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